Las bajas temperaturas llegaron en noviembre a todo el territorio nacional para quedarse durante lo que resta de otoño y todo el invierno. Por lo tanto, millones de personas afrontan unos meses claves para su bolsillo, porque el encarecimiento del mercado energético y, en concreto del gas, plantea un panorama preocupante. ¿La razón? Muchas familias se están viendo en la tesitura de no poder poner la calefacción en sus hogares todo lo que les gustaría para que sus facturas no se disparen.
Pero, por fortuna, existen una serie de opciones para mantener caliente nuestra casa sin la necesidad de poner en riesgo nuestra estabilidad económica. Y hoy nosotros te traemos varias de ellas, para que sepas cómo ahorrar en calefacción recurriendo a alternativas muy eficientes. ¿Nos acompañas?
Las estancias de nuestro hogar necesitan ser ventiladas con frecuencia. Pero esto es un problema en los meses más fríos, porque cada vez que abrimos las ventanas perdemos el calor y hacemos que la temperatura de las habitaciones baje. Sin embargo, podemos hacerlo de una forma inteligente: abriendo a la vez las ventanas de toda la casa, a la vez que mantenemos también abiertas las puertas que comunican todas las estancias.
Esto generará una serie de corrientes que permitirá una ventilación mucho más rápida, ya que el aire se renovará totalmente en apenas unos minutos. ¿Y qué beneficio lograremos? Pues que las paredes no se enfríen como lo harían si ventiláramos durante más rato, de forma que no necesitaremos volver a calentarlas para subir nuevamente la temperatura interior.
Muchas personas deciden dejar la calefacción durante toda la noche o durante varias horas a un nivel bajo. Con ello, buscan mantener estable la temperatura en un nivel óptimo, ya que creen que, si quitan este aporte de calor, luego gastarán más poniéndola a mayor potencia para calentar las estancias que se han enfriado mientras no funcionaba.
Pero, como nos recuerda el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, los expertos señalan que hacer esto nos sale muy caro a nivel energético. El motivo reside en que, para mantener una temperatura en niveles estables precisa que aportemos energía de forma constante, porque la vivienda continuamente sufrirá pérdidas de calor a través de sus ventanas, muros y techos. Así, para compensar el frío de fuera, nuestra calefacción deberá consumir más energía.
En cambio, si la apagamos y, pasado un tiempo, la encendemos por períodos no muy largos, ganaremos en eficiencia. Y es que, a medida que la casa se enfría, la diferencia de temperatura entre el interior y el exterior será menor y el sistema de calefacción no requerirá de tanta energía para compensar en todo momento las pérdidas de calor. De forma que la energía que ahorraremos apagándola y volviéndola a encender será menor para recuperar la temperatura que la que necesitaremos aportarle constantemente para mantenerla fija.
Este aspecto es básico, porque, cuanto mejor aislado esté nuestro hogar, menos calor perderá. Aunque ya se empiezan a utilizar materiales aislantes en la construcción como el poliéster, el poliuretano, la celulosa, la lana mineral, el corcho o el lino; lo más normal es que nuestro hogar haya sido edificado con materiales conductores que tienden a perder calor y a enfriarse por los efectos del clima externo.
Es más, se calcula que, aproximadamente, el 30 % de las pérdidas energéticas de una vivienda se producen a través de su fachada, que otro 30 % ocurre por las cubiertas, que el 20 % llega a través de las puertas y ventanas y que el otro 20 % se produce por fugas en suelos y pérdidas causadas por infiltraciones de aire.
Por lo tanto, tenemos múltiples zonas de actuación para mejorar el aislamiento térmico de nuestra casa: muros, techos, ventanas, suelos… Son opciones que, de primera, pueden parecernos costosas, pero que, a la larga, nos serían tremendamente rentables.
Y es que, aunque la OCU señala que hacerlo puede necesitar de una inversión de entre 3.000 y 11.000 euros, también recuerda que existen subvenciones del Plan de Recuperación y Transformación y Resiliencia de entre el 30 y el 80 % de la reforma (sin IVA); y que el ahorro puede llegar a los 1.000 euros anuales en los casos de mayor necesidad.
Si tenemos calefacción de gas, no podemos olvidarnos de extraer, al menos una vez al año, el aire que se acumula dentro de los radiadores. Si no lo hacemos, se podrán acumular pequeñas burbujas de aire que dificultarán su funcionamiento, porque impedirán que circule bien el calor por su interior. Con lo cual, necesitaremos tener la calefacción encendida más tiempo para alcanzar la temperatura que buscamos, con el consiguiente gasto energético.
Además de utilizar persianas y ventanas que te aíslen adecuadamente del frío del exterior, puedes instalar cortinas térmicas, dado que están especialmente diseñadas para impedir la entrada de frío y/o calor y para mantener estable la temperatura de las habitaciones en las que se encuentran. U optar por acogedoras alfombras de invierno para absorber el frío y transmitir una sensación mucho más acogedora a las habitaciones.
Aquí hay múltiples opciones: desde chimeneas o estufas que funcionan con bioetanol (sin consumo de gas o electricidad), hasta las que trabajan con policombustibles (como pellets, cáscaras de almendra o huesos de aceituna); pasando por opciones de calor por infrarrojos. O, por supuesto, calefactores eléctricos de pequeño tamaño para estancias no muy grandes, dado su bajo consumo.
Cada opción tiene sus pros y sus contras, porque algunas de ellas incluso precisan contar con una salida al exterior y con una buena ventilación. Pero la mayoría de ellas destacan por ser más eficientes y económicas que la calefacción por gas.
Si buscamos una solución cara hoy pero rentable a medio plazo, podemos plantearnos instalar una caldera renovable. Estas emplean bombas de calor de tipo aerotérmico, por lo que calientan el agua a través de un intercambio térmico con el exterior. Así, generan calor en invierno y refrigeran en verano, con la ventaja de no producir humos o residuos en ningún momento.
Para funcionar necesitan un aporte inicial de energía, pero el ahorro total se estima en un 25 % en comparación con el gas natural y de un 50 % en relación con el gasoil. De manera que el gasto total se podrá amortizar en un plazo de 5 a 12 años tras su instalación.
Hasta aquí nuestras alternativas más eficientes para ahorrar en calefacción. ¡Anímate y cuéntanos cuáles utilizas tú habitualmente!
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