La cocina es un espacio indispensable de nuestro hogar. En ella conservamos, cocinamos y, en ocasiones, incluso degustamos los alimentos. Así que pasamos en ella varias horas a la semana y, lo que es más importante, sacamos partido de las principales instalaciones domésticas, como la luz, el gas o el agua. De hecho, es el lugar donde se encuentran algunos de los electrodomésticos que más consumo tienen de toda la vivienda, como el frigorífico (30 % del total), el horno (8-9 %) o la lavadora (2 %).
Así que, cuando nos proponemos mejorar la eficiencia energética de nuestra casa, uno de los primeros lugares donde podemos actuar es la cocina. Fundamentalmente, porque contamos con muchas posibilidades para reducir el gasto que realizamos y no solo ahorrarnos un dinero, también aportar nuestro granito de arena para tener un mundo mejor.
¿Quieres conocer algunas de estas opciones que tenemos para conseguir una cocina más eficiente y sostenible? Pues sigue leyendo, porque hemos seleccionado varias de ellas que te serán de muy fácil aplicación.
Lo hemos visto al principio: los electrodomésticos tienen mucho que decir en la eficiencia de una cocina. Y como la mayoría de ellos son imprescindibles para cocinar adecuadamente los alimentos (cocina, frigorífico o microondas) o para tener nuestra ropa siempre limpia (lavadora), lo importante es que prestemos atención a la hora de comprarlos.
Nos referimos a mirar bien su clasificación energética, para encontrar modelos que satisfagan nuestras necesidades y, al mismo tiempo, sean eficientes en su consumo. Recordemos que este es un sistema implementado en la Unión Europea que utiliza una escala de la A la G, de menor consumo a mayor. Con lo cual, lo ideal es que compremos productos que en su embalaje presenten una de las primeras letras del alfabeto (A, B o C), porque nos garantizarán buenos resultados con poco gasto energético.
Con el uso y el desgaste, los electrodomésticos se van deteriorando y pueden acabar perdiendo eficiencia. Se recomienda, por tanto, darles un uso adecuado y sustituirlos cuando muestren signos de uso excesivo, pierdan alguna de sus funcionalidades o, simplemente, superen su ciclo de vida útil, el cual suele estar entre los 5 y los 12 años, en función del tipo de aparato, de la marca y modelo, del uso que se le dé, etc.
También es aconsejable que demos un uso inteligente a los electrodomésticos. Un claro ejemplo es solo poner la lavadora a funcionar cuando el tambor está lleno de ropa, porque hacerlo antes nos obligará, a la larga, a llevar a cabo más ciclos de lavado y, por lo tanto, a realizar un mayor consumo de luz y de agua. Y esto es algo que también podemos hacerlo extensible a otro electrodoméstico como el lavavajillas.
Otro ejemplo es priorizar las placas de inducción frente a alternativas como la vitrocerámica o la cocina de gas, ya que resultan más sostenibles. Así como tapar ollas y sartenes para evitar la dispersión del calor cuando cocinemos los alimentos, además de apagar el fuego 5 minutos antes para aprovechar el calor residual que se ha generado.
Junto a ello, podemos evitar abrir de forma innecesaria las puertas de los electrodomésticos: en el caso del frigorífico para que no se escape el frío y en el caso del horno para que no haga lo propio el calor. Y, por supuesto, recurrir al microondas cuando necesitemos calentar pequeñas cosas, como una taza o un plato, porque hacerlo en el horno resulta mucho menos eficiente.
En la misma línea de lo que acabamos de comentar, podemos aplicar el sentido común a la hora de cocinar. Nos referimos, por ejemplo, a elegir el fogón adecuado en función del tipo de cazuela o sartén que vayamos a utilizar; así como a tratar de llenar lo más posible las ollas para que el uso de energía sea lo más eficiente posible.
De hecho, cocinar según una planificación semanal previa nos puede ayudar a aprovechar mejor nuestras acciones, porque la comida que nos sobre en un momento dado (como frutas o verduras) podemos aprovecharla para hacer otro plato para otro día en forma de sopa, cremas o batidos. O, por supuesto, guardar algo de comida sobrante en tupper puede evitar que tengamos que cocinar en otro momento dado.
Al igual que en el resto de la casa, un buen aislamiento térmico es fundamental para disfrutar de una cocina eficiente. Y es que tener una temperatura y humedad idóneas es, si cabe, aún más importante en este lugar que en el resto de las estancias, porque lograrlo nos garantizará que disfrutamos de unas condiciones idóneas para la conservación de los alimentos y la salubridad del lugar.
Además, si conservamos la mayor parte de la energía que generamos mientras cocinamos, recortaremos considerablemente el consumo, porque no tendremos que recurrir constantemente a la electricidad o al gas para preparar nuestros platos. De forma que deberemos prestar especial atención al aislamiento de las paredes, del suelo y del techo; sin olvidarnos tampoco de las puertas, de las ventanas y de los conductos de ventilación.
En lo que respecta a la factura de la luz, es aconsejable que conozcamos los tres tramos horarios que se establecen para definir los precios (hora punta, hora llana y hora valle) y que tratemos de adaptar nuestros consumos a los momentos del día en que los precios sean más baratos.
A ello se puede añadir la instalación de un buen sistema de iluminación LED, porque este tipo de luz destaca por su durabilidad, su bajo consumo energético (hasta un 80 % menos que las bombillas incandescentes o halógenas) y su comodidad de uso. De esta forma, podemos plantearnos colocar este tipo de lámparas o focos en la campana o en el mueble que esté sobre la encimera, para tener una iluminación bien focalizada; o incluso optar por soluciones que incorporen sensor de movimiento, para que solamente se activen cuando haya alguien presente.
Si queremos reducir también el consumo de agua para favorecer una cocina eficiente, por un lado podemos optar por colocar filtros o aireadores en los grifos que limiten su salida desde las tuberías. Y, por el otro, nuevamente emplear el sentido común: no dejando correr el agua del grifo si no la necesitamos, no descongelando con agua caliente, cocinando al vapor en vez de hirviendo, poniendo un tapón en el desagüe cuando fregamos o vigilando los programas de nuestra lavadora.
Lo que antes mencionamos sobre la instalación de sensores de movimiento para regular nuestro consumo de luz es solo una demostración más de lo que la domótica puede hacer por una cocina eficiente.
Y es que la instalación de sistemas autónomos e inteligentes gracias a la tecnología tiene muchas posibilidades en este entorno. Desde programar los electrodomésticos para que cocinen o laven de forma más precisa a recibir avisos si nos dejamos una puerta abierta. Todo para optimizar al máximo nuestros consumos.
Reduce, reutiliza y recicla siempre que sea posible en tu cocina. Es decir, consume solo lo que necesites, trata de aprovechar al máximo los productos que utilizas y no olvides reciclarlos (si es posible) para que puedan tener más adelante un nuevo uso.
Si quieres mostrar un compromiso absoluto con la sostenibilidad, opta por instalar mobiliario de cocina que sea de origen natural. Y no te conformes con que para su fabricación hayan utilizado materiales ecológicos, también asegúrate de que el proceso ha sido igualmente respetuoso con el medio ambiente.
Madera, granito, mármol o piedra son materiales ideales por su resistencia y durabilidad para una cocina. Y también pueden ofrecer estupendos resultados estéticos. Por no mencionar que incluso en algunos casos también pueden ser aprovechados como utensilios de cocina, tal y como ocurre con la madera.
Por último, procura tener siempre bien organizada y ordenada tu cocina. ¿Por qué? Porque si sabes en cada momento dónde tienes todo, siempre podrás comprar la cantidad exacta de lo que necesitas y no desperdiciarás comida. Y, a la hora de cocinar, no perderás el tiempo buscando una herramienta o un ingrediente…
Como acabas de ver, muchos de estos consejos que te hemos propuesto para disfrutar de una cocina eficiente en casa son de fácil aplicación. Tan solo es necesario algo de fuerza de voluntad para llevar a la práctica este propósito; un pequeño esfuerzo que, si lo llevamos a cabo, agradecerán tanto el medioambiente como nuestro bolsillo.
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