La presencia de nuestra especie tiene un precio ecológico y medioambiental para el planeta. Y este se ha hecho más patente a raíz de las últimas revoluciones industriales —la informática y la digital—, porque el acelerado progreso de la humanidad también ha incrementado enormemente las emisiones de gases contaminantes a la atmósfera. De ahí que saber cómo reducir la huella de carbono en casa sea hoy algo importante para cualquier ciudadano.
Es más, según un reciente estudio, al 63 % de los españoles les preocupa “mucho el cambio climático y los problemas que a él se le asocian”; mientras que el 95 % estarían dispuestos a “tomar medidas para combatir el calentamiento global”. No en vano, uno de cada cuatro ya reconoce que ha descendido su consumo y el 65 % que lo han hecho ha sido por su “preocupación por el planeta”.
En CULMIA también estamos comprometidos con la sostenibilidad, de forma que hemos recopilado varios consejos para ayudarte a reducir la huella de carbono en tu hogar.
Para poder actuar convenientemente, lo principal es que conozcamos al ‘enemigo’ al que nos enfrentamos. La huella de carbono siempre ha estado ahí, aunque no surgió como concepto hasta hace 20 años, cuando —2004 y 2005— una gran petrolera realizó una campaña para concienciar sobre el peso que tienen las decisiones individuales de las personas en la contaminación y el cambio climático.
En estas dos últimas décadas su significado ha ido perfeccionándose y hoy entendemos la huella de carbono como “la totalidad de los gases de efecto invernadero (GEI) emitidos por efecto directo o indirecto por un individuo, organización, evento o producto”. De manera que es un valor que nos permite identificar cuáles son las fuentes de emisiones GEI, para que, a partir de esta información, podamos tomar medidas efectivas para su reducción.
Por lo tanto, todo lo que hacemos en nuestra vida tiene un impacto concreto en el medioambiente: desde encender la luz a ver la televisión, pasando por lavar nuestra ropa. Así que tomar conciencia de ello es el primer paso para rebajar, en la medida de lo posible, la contaminación que generamos. Principalmente, porque hoy en día hay medidas muy eficaces para que logremos reducir la huella de carbono en casa. ¿Quieres descubrirlas? ¡Sigue leyendo!
Es una de las opciones más evidentes, porque la energía está íntimamente ligada a la huella de carbono: su generación, distribución o consumo supone emitir gases a la atmósfera. Y, dado que no podemos prescindir de ella para subsistir como sociedad, el objetivo ha de ser realizar el consumo más responsable de esta.
Nos referimos a utilizar instalaciones y electrodomésticos eficientes, así como a limitar nuestro consumo a lo estrictamente necesario. Pequeños gestos —como utilizar luces LED por su menor gasto energético, poner el programa adecuado de la lavadora o aprovechar la domótica— pueden ser claves para reducir la huella de carbono en el hogar.
Este punto está estrechamente relacionado con el anterior, porque disfrutar de una casa correctamente aislada nos permitirá optimizar su climatización y, por tanto, hacer un consumo energético más eficiente. Aquí lo primordial es que nos aseguremos de que nuestra vivienda cuenta con un óptimo aislamiento térmico, para que no presente pérdida de energía y, por tanto, necesite un suministro continuado de esta para mantener una temperatura estable.
Por lo tanto, revisar el aislamiento de muros, suelos, techos y ventanas es el primer paso para detectar fugas o pérdidas. Y, en caso de encontrarlas, solucionarlas es el siguiente. Todo ello, claro está, desde la óptica de que ya estemos instalados en una vivienda. Porque si estamos buscando comprar una, lo ideal será que prestemos mucha atención a su calificación energética y a los certificados de sostenibilidad que pueda tener, ya que tomar nuestra decisión en función de este aspecto puede ayudarnos mucho a la larga en nuestra intención de reducir la huella de carbono.
Al igual que ocurre con la electricidad o el gas, el consumo de agua también es básico para reducir la huella de carbono en casa. Fundamentalmente, porque para llevarla hasta nuestros vasos se necesita mucha energía: para su almacenaje, tratamiento o transporte. Por ejemplo, se calcula que las 800 botellas al año que se consumen de media en cada hogar implican la emisión de 160 kg de CO2, es decir, lo mismo que genera un vehículo durante 592 kilómetros.
Y aunque la huella de carbono del agua del grifo es muy inferior a la embotellada —del orden de 1/300 o incluso 1/1.000 parte—, también es interesante actuar a diario para reducir su consumo a lo estrictamente necesario. ¿Cómo? Colocando filtros aireadores y reductores, cerrando el grifo mientras nos lavamos los dientes o duchándonos en lugar de bañarnos.
Cada vez hay más proveedores de energía que, entre sus ofertas, incluyen soluciones de energía limpia. Por ejemplo, actualmente es relativamente sencillo optar por la instalación de sistemas basados en energía solar, hidroeléctrica, geotérmica o eólica para el autoconsumo; e incluso también hay programas y ayudas gubernamentales para incentivar este cambio. Tan solo se trata de valorar las opciones disponibles y elegir la que mejor se adapte a nuestras necesidades.
Si cuidamos nuestra dieta podemos reducir hasta un 40 % la emisión de gases de efecto invernadero. Esto incluye decisiones como consumir productos frescos —especialmente, vegetales—, de proximidad, de temporada y que hayan sido producidos a través de métodos sostenibles. Así como, por supuesto, reducir el desperdicio de los alimentos.
En particular, elegir alimentos que hayan sido producidos localmente es muy eficaz para reducir la huella de carbono en casa, porque reduce considerablemente las distancias que estos deben recorrer para acabar en nuestra mesa. Por ello, si contamos con un patio o terraza, cultivar nuestras propias verduras o frutas puede ser una medida realmente interesante para lograr un consumo más responsable.
La Unión Europea se ha propuesto lograr la neutralidad de carbono para 2050. Y una de las formas más fiables que tiene para alcanzar esta meta es desarrollar una economía circular que permita la restauración y regeneración de los recursos para que estos puedan ser utilizados y aprovechados durante el mayor tiempo posible. De esta forma, se puede reducir la demanda —y con ella, limitar la producción— y la generación de residuos.
En este sentido, la utilización de materiales sostenibles y biodegradables como la madera, la lana, el papel o el cartón facilita su posterior reutilización o reciclado. Y no olvides tampoco tener presente, a la hora de consumir un producto, los procesos de fabricación y transporte que son necesarios para que lleguen a tus manos. Si logras hacerte una idea clara de la energía que es necesaria para que lo disfrutes, quizá puedas ser más selectivo a la hora de adquirirlos.
No solo podemos reducir la huella de carbono en casa. También podemos compensarla. Decorar con plantas su interior o plantar árboles en nuestra terraza o jardín permite absorber el CO2 presente en la atmósfera y sustituirlo por oxígeno.
¿Sabías que los árboles absorben el 20 % de las emisiones de CO2 anuales de España o que uno solo de ellos puede absorber al año entre 10 y 30 kg de estos gases? ¡Así que rodearte de verde también es hacerle un gran favor al planeta!
Esperamos que estos 7 consejos te ayuden a reducir la huella de carbono en casa. Y recuerda que un hogar sostenible es también un hogar más económico; por lo que te recomendamos que descargues gratis nuestra ‘Guía para ahorrar en casa’. ¡Contiene un montón de tips y recomendaciones para que disfrutes de un entorno confortable sin que tu bolsillo se resienta!
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