Situar a las personas en el centro a la hora de diseñar y construir es una de las señas de identidad de una vivienda saludable.
Comprar una casa es, probablemente, una de las inversiones más importantes a realizar a lo largo de toda una vida. Por eso, elegir con acierto el inmueble en cuestión es más que recomendable.
¿Con dos o tres habitaciones? ¿Un bajo con jardín o un ático con vistas? ¿Mejor comprar una vivienda con zonas comunes en la periferia o un piso céntrico y bien comunicado? Más allá de las particularidades de la construcción, el estilo de vida actual invita a pensar en un tipo de construcciones que contribuyan a mejorar la calidad de vida de las personas.
Si las casas ecológicas son aquellas que sitúan en el centro de su diseño la necesidad de reducir al máximo su impacto medioambiental, la vivienda saludable hace lo propio con el bienestar de las personas.
Estas construcciones se entienden como espacios de regeneración, escenarios que brindan a sus propietarios el lugar ideal para recuperarse de las agresiones del entorno (contaminación atmosférica, acústica, electromagnética…). La tendencia, surgida hace ya más de una década, trasciende del ámbito residencial y, hoy en día, se aplica también a otro tipo de construcciones que buscan sumar un valor añadido.
Construir buscando maximizar el bienestar de las personas o, lo que es lo mismo, diseñar viviendas capaces de contribuir a mejorar la salud de los ocupantes es la piedra angular sobre la que se asienta el diseño de cualquier vivienda saludable. Estos espacios buscan ayudar a vivir mejor y, para ello, muchos recrean las características del entorno natural favoreciendo así un estilo de vida y descanso óptimos.
La propia OMS reconoce algunas de las acciones necesarias para una vivienda saludable. Entre los criterios señalados por la Organización Mundial de la Salud el aislamiento térmico para proteger a los habitantes del frío, el uso de sistemas de climatización o ventilación apropiados para reducir el exceso de calor en interiores, la inclusión de elementos de seguridad que garanticen la salud de los ocupantes, la accesibilidad o la reducción del hacinamiento son los principales.
Pese a lo básico de estas premisas, muchas viviendas -especialmente las más antiguas- presentan deficiencias que, junto a otras cuestiones como la ubicación o el entorno, pueden suponer riesgos para la salud de los ocupantes.
Nuestra sociedad pasa más del 80% del tiempo en espacios cerrados y muchos de ellos están entre 7 y 10 veces más contaminados que el exterior. Las malas condiciones de habitabilidad pueden poner en riesgo la salud de los ocupantes, de ahí la importancia de apostar por una vivienda saludable.
El informe Who Housing and Health Guidelines elaborado por la OMS aborda esta cuestión y reconoce que la mejora en las condiciones de habitabilidad de una vivienda no solo puede aumentar la calidad de vida de las personas, sino también “salvar vidas, prevenir enfermedades, reducir la pobreza y ayudar a mitigar el cambio climático”.
El documento, que expone consideraciones aptas para ciudadanos y organismos de diferentes niveles, pone en valor la necesidad de apostar por este tipo de construcciones. De hecho, señala entre los principales objetivos de la vivienda saludable: minimizar el riesgo de aparición de enfermedades y problemas de seguridad vinculados a unas condiciones de habitabilidad deficientes; así como mejorar la calidad tanto del agua como del aire, al tiempo que se reduce la contaminación en el espacio habitable.
En Culmia tenemos muy presentes las características de una vivienda saludable y las recomendaciones de la OMS al respecto de lo que implica apostar por este tipo de construcciones. Por eso apostamos por viviendas de futuro certificadas, que contribuyen a mejorar la salud de sus habitantes propiciando su bienestar.
Una vivienda saludable es, por definición, un espacio que sitúa el bienestar de sus ocupantes en el centro del diseño. Las características de este tipo de construcciones son fundamentales para conseguirlo. Sin embargo, más allá del proceso de construcción o rehabilitación, son muchas las acciones que puedes realizar para conseguir una vivienda saludable.
La mayoría de ellas, eso sí, tiene que ver con la propia naturaleza de estas construcciones en la que cuestiones como la calidad del aire, la eficiencia energética o los materiales empleados son claves. Si estás decidido a tener una vivienda saludable, estas son algunas de las características que no puedes dejar de contemplar:
Las viviendas saludables tienen muchos puntos en común con las casas ecológicas y el uso de materiales seguros es uno de ellos. Aunque con ligeras diferencias, unas y otras comparten el gusto por el empleo de materias primas libres de componentes perjudiciales para la salud. Pero no solo eso. La eficiencia energética es otra de las piedras angulares de ambas soluciones habitacionales.
Por otro lado, en términos de diseño la arquitectura de este tipo de construcciones apuesta por la integración de los espacios, propiciando así la sensación de amplitud espacial y la luminosidad de los ambientes.
Ventilar la casa no es una mera tarea doméstica. Renovar el aire de los interiores es fundamental para no sufrir problemas de salud. En una vivienda saludable no puede faltar un sistema de ventilación capaz de aportar suficiente aire del exterior al tiempo que garantizar la expulsión del aire viciado al exterior.
La ventilación cruzada, por ejemplo, puede ser suficiente para mejorar la calidad del aire al tiempo que reducir la humedad ambiental que, por otro lado, puede propiciar el desarrollo de problemas respiratorios o la proliferación de ácaros.
El ruido del tráfico, los vecinos, el tránsito… Son muchos los elementos que pueden aumentar el nivel de decibelios en el interior del hogar, otra de las cuestiones que debes cuidar si quieres disfrutar de una vivienda saludable.
Instalar un correcto aislamiento que no solo protege del ruido sino también de los cambios de temperatura es fundamental para crear interiores que propicien el bienestar. En este sentido, tan importante es evitar las altas temperaturas como los efectos nocivos del frío.
No es ningún secreto que la luz natural es fundamental para el correcto funcionamiento de nuestro organismo. Tanto es así que es un pilar básico en el diseño de toda vivienda saludable. Su presencia, en todo caso, ha de completarse con una correcta iluminación artificial. Instalar luces led o reguladores de intensidad son algunos de esos pequeños gestos o acciones para una vivienda saludable.
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